SEÑOR ALCALDE
Cuando el ROBA PERO HACE OBRAS no es suficiente.
El ciudadano va creciendo, se
desenvuelve en el lugar – distrito – donde vive, observa las falencias y
necesidades que se presentan en el mismo, termina sus estudios, trabaja y se pregunta
qué es lo que le pide hacer la vida.
Se pregunta de qué manera puede
servir a su gente – de ser el caso – y si es que tiene la conciencia y debida formación
moral sólida para hacerlo. Y también en algunos casos cómo aumentar su capital,
es decir, trabajar honradamente aplicando los conocimientos que han aprendido y
asimilado en un centro de estudios superior.
Algunos por cuyas mentes ronda
hacer actividad política – mercantilista, y que ven en ser Alcalde o Regidor,
una oportunidad para llenarse los bolsillos sin esforzarse de mucho, también
encuentran la respuesta a estas preguntas: ¿Cómo invertir dos para recuperar
seis? ¿Cómo dar trabajo a la familia y
sacar unos soles de más para su empresa? Entre otras tantas más que ya deben transitar
por su mente cuando algún incauto “sobón” les hace creer que tienen la
capacidad y la solvencia para ejercer este tipo de cargo, que en su origen y
autenticidad, es de servicio.
Resulta que, en época electoral,
la ya bastante atareada Lima, se ve llena de gigantografías y afiches
publicitarios, que rebalsan de promesas, de reformas e innovaciones. Todas
ellas aparentemente con un plazo determinado de ejecución, sin importar
que vencerán antes de comenzar a ejecutarlas, esto es, en el mismo día de la
asunción al cargo. Porque el Alcalde que ya aseguró su ingreso, no se preocupa
mucho por hacer lo que prometió en campaña. Para hacer esto le quedarán los
últimos seis meses de gestión, cuando haga obras por doquier porque quiere
postular nuevamente.
Por lo general el Alcalde ya
electo prometió más de lo que debía – esto es por no estudiar la realidad
- la falta experiencia es su enemiga, o
se dio cuenta que el erario y gobierno de su distrito están en una verdadera
crisis que ha heredado. Agregamos
también que en muchos casos, los que se demostraban fieles y convencidos
auspiciadores del “mañana mejor del distrito” viendo a su candidato ya sentado
en el sillón municipal, comienzan a cobra con “preces y creces” el apoyo que le
brindaron para financiar su campaña. Es
desde aquí donde comienza a nacer el desvío de fondos, el peculado, la
concesión de rutas, dación de obras para construcción (sin previa licitación) entre
otros.
Durante la campaña promesas van,
promesas vienen. Todos expresan su mejor
rostro, su mejor camisa, su mejor semblante para la fotografía que los
identificará en los paneles. Es que los peruanos nos fijamos más en la forma
que en el fondo. Es por esto que en nuestra realidad, el candidato no ofrece una integridad, un perfil, no es un
auténtico cuadro político. Personas que no tienen instrucción superior – que no
es un requisito indispensable pero sí deseable – personas que no tienen ningún
tipo de experiencia o preparación en gestión pública, o peor aún, no se han
tomado la molestia de “ensuciarse los zapatos” y caminar las calles de su
distrito, para así conocer la realidad del mismo, se atreven a dar un salto al
vacío postulando como Alcaldes, sin embargo esta situación podría convertirse
en salto certero de acuerdo a la financiación de su campaña.
Lo que se ofrece es un producto humano
– casi como objeto o cosa - que si cae bien, merece el voto. Pocos son los ciudadanos conscientes –
contados con una mano – los que indagan los planes de gobierno, los perfiles
profesionales, y la solvencia moral. Es que se ha hecho parte del “peruanismo”
una frase tan infeliz, pero tan real, que describe a los protagonistas de nuestra
realidad política: ROBA PERO HACE OBRAS, me da un regalo y yo le doy mi voto.
Atrás quedó la filosofía TOMASIANA acerca de la
política que dice que el fin de ella es el
bien común. Afirmando que no es bien sólo para el que ejerce el poder en
nombre y en representación de una sociedad, sino que lo es para todos.
Así también quedan en el olvido palabras
de grandes políticos de ayer y de siempre, como las de Victor Raúl Haya de la
Torreo que dice: “A palacio se llega con
fúsil o con oro, pero antes es necesario llegar a la conciencia del pueblo”
Es que en las circunstancia que
vivimos, en la que el derecho fundamental
a la “participación política” se ha puesto de píe para abrir la puerta de
la admisión a los candidatos, cualquier persona, así es, cualquier persona,
puede ser elegida Alcalde de un distrito o de una provincia.
Candidatos sentenciados por
delitos dolosos, con ineficaz solvencia moral, con fama de pegalones y “empresarios”
que obviamente buscan hacer crecer su dinero, ventilan sus rostros por las
avenidas de los distritos, prometiendo ser el cambio, la reforma, la solución.
Lo que es cierto es que los candidatos en amplia mayoría, no quieren
“hacer política” para servir a su comunidad, sino más bien para servirse de
ella en beneficio propio.
Es ilógico que una persona
invierta tanto dinero en una campaña, si la retribución que va a recibir mensualmente
como sueldo, no va a devolver la totalidad en cifras a la caja o bolsillo de
donde salió el dinero para la campaña. Lo
que si es cierto es que muchos de ellos tendrán que devolver el “préstamo” que
recibieron para su campaña.
No olvidando a los Alcaldes que
se relanzan y relanzan como candidatos, tendríamos que hacerles y hacernos la
siguiente pregunta: ¿No saben hacer otra cosa? Refiriéndonos a la capacidad
para el ejercicio de su profesión, o ¿Necesitan un periodo más para cubrir los
vacíos económicos que su sucesor podría encontrar y denunciar?
Nosotros, los electores, tenemos
una gran responsabilidad al momento de emitir nuestro voto. No debemos calificar al que más ofrece, al que más
regala, al que roba pero hace obras, debemos elegir a alguien solvente
moralmente, con ideas claras y que no sólo las mencione vagamente, sino que también
nos diga cómo plantea su ejecución. Por
qué fácil es decir la solución, pero difícil es dirigir y plantear el cómo de
la misma.