lunes, 22 de septiembre de 2014

SEÑOR ALCALDE
Cuando el ROBA PERO HACE OBRAS no es suficiente.

El ciudadano va creciendo, se desenvuelve en el lugar – distrito – donde vive, observa las falencias y necesidades que se presentan en el mismo,  termina sus estudios, trabaja y se pregunta qué es lo que le pide hacer la vida.

Se pregunta de qué manera puede servir a su gente – de ser el caso – y  si es que tiene la conciencia y debida formación moral sólida para hacerlo. Y también en algunos casos cómo aumentar su capital, es decir, trabajar honradamente aplicando los conocimientos que han aprendido y asimilado en un centro de estudios superior.

Algunos por cuyas mentes ronda hacer actividad política – mercantilista, y que ven en ser Alcalde o Regidor, una oportunidad para llenarse los bolsillos sin esforzarse de mucho, también encuentran la respuesta a estas preguntas: ¿Cómo invertir dos para recuperar seis?  ¿Cómo dar trabajo a la familia y sacar  unos soles de más para su empresa?  Entre otras tantas más que ya deben transitar por su mente cuando algún incauto “sobón” les hace creer que tienen la capacidad y la solvencia para ejercer este tipo de cargo, que en su origen y autenticidad, es de servicio.

Resulta que, en época electoral, la ya bastante atareada Lima, se ve llena de gigantografías y afiches publicitarios, que rebalsan de promesas, de reformas e innovaciones. Todas ellas aparentemente con un plazo determinado de ejecución, sin importar que  vencerán   antes de comenzar  a ejecutarlas, esto es, en el mismo día de la asunción al cargo. Porque el Alcalde que ya aseguró su ingreso, no se preocupa mucho por hacer lo que prometió en campaña. Para hacer esto le quedarán los últimos seis meses de gestión, cuando haga obras por doquier porque quiere postular nuevamente.

Por lo general el Alcalde ya electo prometió más de lo que debía – esto es por no estudiar la realidad -  la falta experiencia es su enemiga, o se dio cuenta que el erario y gobierno de su distrito están en una verdadera crisis que ha heredado.  Agregamos también que en muchos casos, los que se demostraban fieles y convencidos auspiciadores del “mañana mejor del distrito” viendo a su candidato ya sentado en el sillón municipal, comienzan a cobra con “preces y creces” el apoyo que le brindaron para financiar su campaña.  Es desde aquí donde comienza a nacer el desvío de fondos, el peculado, la concesión de rutas, dación de obras para construcción (sin previa licitación) entre otros.

Durante la campaña promesas van, promesas vienen. Todos expresan  su mejor rostro, su mejor camisa, su mejor semblante para la fotografía que los identificará en los paneles. Es que los peruanos nos fijamos más en la forma que en el fondo. Es por esto que en nuestra realidad, el candidato no  ofrece una integridad, un perfil, no es un auténtico cuadro político. Personas que no tienen instrucción superior – que no es un requisito indispensable pero sí deseable – personas que no tienen ningún tipo de experiencia o preparación en gestión pública, o peor aún, no se han tomado la molestia de “ensuciarse los zapatos” y caminar las calles de su distrito, para así conocer la realidad del mismo, se atreven a dar un salto al vacío postulando como Alcaldes, sin embargo esta situación podría convertirse en salto certero de acuerdo a la financiación de su campaña.

Lo que se ofrece es un producto humano – casi como objeto o cosa - que si cae bien, merece el voto.  Pocos son los ciudadanos conscientes – contados con una mano – los que indagan los planes de gobierno, los perfiles profesionales, y la solvencia moral. Es que se ha hecho parte del “peruanismo” una frase tan infeliz, pero tan real, que describe a los protagonistas de nuestra realidad política: ROBA PERO HACE OBRAS, me da un regalo y yo le doy mi voto.

Atrás quedó la filosofía TOMASIANA acerca de la política que dice que el fin de ella es el bien común. Afirmando que no es bien sólo para el que ejerce el poder en nombre y en representación de una sociedad, sino que lo es para todos.

Así también quedan en el olvido palabras de grandes políticos de ayer y de siempre, como las de Victor Raúl Haya de la Torreo que dice: “A palacio se llega con fúsil o con oro, pero antes es necesario llegar a la conciencia del pueblo”

Es que en las circunstancia que vivimos, en la que el derecho fundamental a la “participación política” se ha puesto de píe para abrir la puerta de la admisión a los candidatos, cualquier persona, así es, cualquier persona, puede ser elegida Alcalde de un distrito o de una provincia.

Candidatos sentenciados por delitos dolosos, con ineficaz solvencia moral, con fama de pegalones y “empresarios” que obviamente buscan hacer crecer su dinero, ventilan sus rostros por las avenidas de los distritos, prometiendo ser el cambio, la reforma, la solución.

Lo que es cierto es que  los candidatos en amplia mayoría, no quieren “hacer política” para servir a su comunidad, sino más bien para servirse de ella en beneficio propio.

Es ilógico que una persona invierta tanto dinero en una campaña, si la retribución que va a recibir mensualmente como sueldo, no va a devolver la totalidad en cifras a la caja o bolsillo de donde salió el dinero para la campaña.  Lo que si es cierto es que muchos de ellos tendrán que devolver el “préstamo” que recibieron para su campaña.

No olvidando a los Alcaldes que se relanzan y relanzan como candidatos, tendríamos que hacerles y hacernos la siguiente pregunta: ¿No saben hacer otra cosa? Refiriéndonos a la capacidad para el ejercicio de su profesión, o ¿Necesitan un periodo más para cubrir los vacíos económicos que su sucesor podría encontrar y denunciar?


Nosotros, los electores, tenemos una gran responsabilidad al momento de emitir nuestro voto. No debemos  calificar al que más ofrece, al que más regala, al que roba pero hace obras, debemos elegir a alguien solvente moralmente, con ideas claras y que no sólo las mencione vagamente, sino que también nos diga cómo plantea su ejecución. Por qué fácil es decir la solución, pero difícil es dirigir y plantear el cómo de la misma.